miércoles, 11 de abril de 2012

Relato de una batalla

La batalla sigue en pleno auge. Razón y corazón siguen despedazándose y el campo de batalla luce destrozado. Aunque por dentro sufre, por fuera todo esconde con sonrisas  medias.

Los mejores diplomáticos en estos enfrentamientos, aunque en principio ignorados, son los famosos señores Tiempo y Resignación, juntos han apaciguado cualquier conflicto pasado, vigente y, seguramente, futuros.

La guerra es dura, no tiene descanso y los daños colaterales siempre son elevados. No se muestra la más mínima consideración, especulación, ni misericordia hacia el contrario.

Nunca importa cuanto duren las ofensas, los debates, los reproches. Nunca importa cuanto traten de lastimarse  mutuamente. El uno sin el otro no son nada.

El corazón siempre termina abatido, cansado, sucio y sin mayor fuerza que la necesaria para respirar. Empeñado en amar siempre a quien no lo amo, a confiar en quien no debió.

La razón nunca cumple su objetivo, por que ha peleado con quien anhelaba proteger y en su afán a pasos antes de la estrangulación lo ha llevado.

Cuando está guerra haya terminado el campo de batalla podrá reconstruirse, pero jamás será el mismo.
En el corazón el amor agonizante ha dejado huella y aún existe aunque resentido. La razón podrá ver hacia el futuro una vez más, pero en el pasado siempre encontrará motivos para sonreír detrás de quien lo hizo sufrir.

La paz es relativa, el motivo de la guerra aparenta ser olvidado. Por siempre estos dos serán enemigos y por siempre serán aliados.

F. Andrés Gutiérrez S.


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